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Bibliotecas de los filósofos : Bibliotecas filosóficas privadas en edad moderna
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Las tipologías


Se pueden reconstruir las bibliotecas de los filósofos y eleborar al mismo tiempo un inventario de lo textos filosóficos en las bibliotecas de escritores y hombres de ciencia, recopilando y publicando documentos de diferentes tipos:

  • a) catálogos de subastas que acrediten la venta, desde el siglo XVII, de colecciones de libros y manuscritos de eruditos;
  • b) los inventarios, por lo general realizados por razones de tipo administrativo, con motivo del fallecimiento, de donaciones o de disposiciones testamentarias;
  • c) los catálogos bibliográficos preparados por los propios propietarios, o en su nombre, para dar a conocer su colección y mostrar su valor;
  • d) los catálogos institucionales de bibliotecas, elaborados para orientarse en la consulta de los textos recopilados.

Se trata de materiales y documentos muy diferentes entre sí, que dan testimonio de circulación libraria y permiten reconstruir el “taller” del filósofo o del erudito, haciendo más fácil una investigación en profundidad sobre las fuentes de un texto único, ya mediante la identificación de los itinerarios formativos de filósofos y estudiosos, ya, finalmente, prestando atención a las obras más representativas de una época o un ambiente concreto, lo que a veces se ha definido el "canon literario" de una época o un determinado espacio histórico y geográfico.

Respecto a los catálogos bibliográficos propiamente dichos, elaborados de manera sistemática y, por tanto, culminados con un esfuerzo editorial a menudo oneroso, los catálogos de venta para coleccionistas y bibliófilos han tenido una fortuna y circulación muy diferentes. Los folletos y listas impresas por libreros anticuarios conocieron pronto una extraordinaria difusión a partir del siglo XVI, en primer lugar en Holanda, luego en el resto de Europa, pero acabaron por conformar, sin embargo, una caótica y a menudo impenetrable “selva oscura” en la que sigue siendo difícil orientarse porque de dichos catálogos, una vez realizada la venta, a menudo se ha perdido totalmente la memoria histórica.

Leibniz ya recurría a tales textos, que utilizaba como auténticas bibliografías y en este sentido escribía a J.F. Mayer el 23 de Junio de 1704: «Catalogis, quales Franckofurtani, Lipsiensis et his concinnatae collections Draudiane et Lipeniannae, non satis fide posset, sed magis indicibus Bibliothecarum et auctionum" (Palombo 1993). Y su forma de trabajar se adaptaba a la máxima según la cual «ex catalogis et libris doctorum virorum studia eorum cognosci posse».

En el campo historiográfico, sólo en la época siguiente aparecen importantes reflexiones sobre el tema. Cuando a finales del siglo XIX parece que ha acabado el ciclo de la gran historiografía filosófica hegeliana y neokantiana, la atención se desplaza también a los legados, los inéditos y las bibliotecas privadas. En 1889 Wilhelm Dilthey, con la intención de hacer hincapié en "la unidad de la historia de la filosofía y de la historia de la cultura”, propone la creación sistemática de “archivos literarios”, que recojan no sólo “los planos, croquis, proyectos y cartas", sino también los libros que poseyeron y anotaron los filósofos. Al apoyar la iniciativa, que habría ayudado a poner de relieve los límites de una historiografía que se ocupara sólo de la “historia de los sistemas”, Dilthey se detiene en las complejas vicisitudes del legado de Kant, lamentando que los archivos y libros de los filósofos muchas veces terminan en "el martillo del subastador”. La mayoría de los papeles y los volúmenes de Kant se repartieron, a la muerte del filósofo, entre el profesor Gensichen, heredero de la biblioteca, el librero Nicolovius, editor de sus textos, y el religioso Wasianski, su albacea. Posteriormente, con la subasta de los papeles kantianos “en posesión de Gensichen, llegó a Dorpat un ejemplar de la Metafísica de Baumgarten que contenía insertos y numerosas anotaciones de Kant escritas en las páginas impresas (de ahí Benno Erdmann, Reflexiones de Kant sobre la filosofía crítica 1882), y un compendio de Doctrina de la razón de Meier, también con notas manuscritas de Kant" (Dilthey 1889).

Otros estudiosos retomarán en los inicios del siglo XX la necesidad invocada por Dilthey. Giovanni Gentile, por ejemplo, en el prólogo de la primera edición de la Bibliografía bruniana de Virgilio Salvestrini (1926), menciona la importancia que tiene para la reconstrucción de 'la historia póstuma’ de la obra de Bruno “el examen de los antiguos catálogos de las bibliotecas” porque “permitirían documentar la difusión real de textos raros y prohibidos que encontraron distintos obstáculos en su circulación" (Canone 1993). Entre finales del siglo XIX y primeras décadas del siglo siguiente también se publican algunos catálogos de bibliotecas de gran prestigio: la biblioteca galileiana de Favaro (Favaro 1886 y 1887), la de Montaigne reconstruida por Villey (1908), la de Pico a cargo de Kibre (1936).

Por lo tanto, vale la pena realizar una investigación precisa en las principales bibliotecas públicas, en donde se conservan catálogos de ventas de prestigiosas colecciones privadas: del catálogo de la biblioteca de Dilthey, impreso en 1911, hay una copia en la Universidad de Leipzig; el de Lorenz Oken se puede encontrar en la Universidad de Basilea, el de Alexander von Humboldt, publicado en los años sesenta del siglo XIX, se conserva tanto en la British Library en Londres, como en la Staatsbibliothek de Berlín.

Además de los catálogos de venta, la investigación en torno a la literatura filosófica presente en las bibliotecas privadas de filósofos y eruditos en la edad moderna implica un censo de los fondos en depósito. Estas colecciones han llegado hasta nosotros, en ocasiones, casi intactas, en cuanto que se fusionaron con las bibliotecas públicas o costituyeron a veces el primer núcleo; por ejemplo, la colección de códices de Bessarione representa el fondo primigenio de la Biblioteca Marciana.

Para ejemplificar las dificultades que tenemos que afrontar y la manera de resolverlas, considérese el caso de la Libreria di Galileo Galilei. El estudio de Antonio Favaro, publicado en 1886, "no sólo se ha de considerar pionero de las investigaciones sobre las bibliotecas privadas de los astrónomos de la edad moderna - estudios de conjunto dedicados a la reconstrucción de las colecciones de la bibliotecas de Copérnico, Tycho Brahe y Newton aparecieron sólo mucho más tarde -, sino que es aún más notable si se tiene en cuenta que el erudito no ha tenido a su disposición un inventario específico de la biblioteca galileiana que facilitara la labor de reconstrucción” (Canon 1993). Favaro había recogido varias fuentes de archivo: el inventario de la herencia del hijo de Galileo, Vincenzo, que murió en 1649; el inventario de los libros encontrados en la casa de Sestilia Bocchineri Galilei en enero de 1663; el inventario de la rica biblioteca de Vincenzo Viviani, que heredó la mayor parte de los libros de Galileo, actualmente conservados en la Biblioteca Nacional de Florencia y en algunas colecciones privadas.

Las colecciones privadas de libros, ya sea que en algún momento confluyan en bibliotecas públicas, ya sea que acaben, tras la venta en subasta, en las estanterías de otras bibliotecas privadas, siguen siendo lugares privilegiados de la memoria, vestigios materiales de un mundo destinado, de lo contrario, a corromperse y difuminarse (Bianchi 1993).

La 'lectura' y el estudio de los fondos librarios deben, sin embargo, ser "selectivos", ya que los materiales catalogados a menudo son incompletos. A modo de ejemplo, ciertamente a través del catálogo de la biblioteca de Voltaire es posible recorrer el camino decisivo de la filosofía moderna: «desde la controversia anticartesiana de John Locke hasta la reflexión de Shaftesbury sobre la moral y el sentimiento, hasta el antidogmatismo de John Toland, Samuel Clarke y Antony Collins, hasta las conclusiones escépticas de la filosofía de David Hume» (Carella, 1993). Pero necesitamos un constante escrutinio crítico de tal documentación bibliográfica, ya que, en este caso concreto, el gran interés de Voltaire por la obra de Newton no se refleja en el catálogo de la biblioteca, donde los Principia Mathematica no están presentes.

Al estudio de los catálogos e inventarios se incorporará también la recopilación de registros caseros, que constituyen un género literario por lo general mixto y desigual - espontánea y directa voz de generaciones enteras de familias, certificación propia de un patrimonio y de un status familiar, pero a veces descripción de un microcosmos cultural y bibliotecario.

Los catálogos de fondos librarios son de diferentes tipos: a veces las recopilaciones impresas, en otros casos el resultado de reordenaciones de archivos y bibliotecas. A menudo se trata de inventarios elaborados con motivo de donaciones a archivos, instituciones y bibliotecas. En general, estos materiales pueden ser incompletos y, a veces, incierta su procedencia: un ejemplo de ello es la biblioteca de Antonio Labriola, nunca reconstruida en su totalidad, de la que hay sólo una pequeña parte y un registro mecanografiado claramente incompleto. En los primeros casos las fuentes son de segunda mano, en el último caso se trataría de conseguir - de la institución propietaria de los volúmenes - los inventarios o catálogos topográficos, que normalmente se encuentran en único ejemplar y en papel. El análisis de estos inventarios no es fácil porque a veces requiere seleccionar los volúmenes y grupos de libros que pertenecían a diferentes personas y reunidos casualmente en un mismo fondo librario: es, con todo, un trabajo preliminar indispensable. Esta tipología de fondos se da en particular entre el XIX y el XX en las donaciones de fondos de profesores universitarios: por norma general el usuario de las bibliotecas que los poseen sólo tienen acceso al catálogo alfabético, a partir del cual un fondo único que perteneció a una persona no puede reconstruirse.

Disponer en internet de estas herramientas, por lo tanto, simplifica el itinerario de búsqueda de los investigadores. Como ejemplos de estas tipologías de catálogos se pueden mencionar las de los profesores de filosofía de la Universidad de Florencia (F. Tocco, G. Tarozzi, F. De Sarlo, G. Preti, E. Garin, C. Luporini, etc) y de la Universidad de Nápoles (B. Spaventa, A. Angiulli), como también las de personajes prácticamente desconocidos que cultivaron la filosofía pero que no tuvieron un puesto público, que permiten documentar las lecturas y la circulación de libros en ambientes intelectuales restringidos: un ejemplo es el fondo V. Finamore, en la biblioteca de Ortona (Chieti), cuyo inventario manuscrito documenta la formación de una singular biblioteca filosófica en torno al cambio de perspectiva teórica que se produjo a mediados del siglo XIX en un sacerdote que, abandonado el hábito talar, se dedica al estudio.

Ha habido también necesidad de ampliar el trabajo a fuentes menos comunes, tales como los resúmenes y los inventarios de las bibliotecas de carácter general o fuentes, como los livres de raison (Bardet et Tumbleson 2005, Tricard 2002), o ‘libros de familia’ (Bec 1984, Cazalé et Klapisch-Zuber 2004, Mordenti 2001 y 2004), que son a la vez registros caseros y colecciones de diversos testimonios en los que, junto con la documentación de los hechos y el patrimonio de la familia, a menudo se recuperan materiales de naturaleza muy diferentes, desde diarios personales a notas autobiográficas, a las transcripciones de las secuencias genealógicas con indicación precisa de los nacimientos, matrimonios y defunciones. Los livres de raison y los ‘libros de familia’ son un punto de referencia crucial del sistema familiar de la memoria escrita, dirigido, aunque de una manera fragmentaria, a preservarse en el tiempo. Se trata de una memoria selectiva que escoge los elementos más funcionales para mantener y preservar el destino de la familia, pero que, sin embargo, se configura como una fuente relevante para documentar aspectos de usanzas, investigados mediante el análisis de las estructuras familiares. A modo de ejemplo, las hojas de registro de la biblioteca de Jehan de Piochet de Salins, que vivió entre 1532 y 1624, cuyos cartapacios son conservados en los Archives départementales de la Savoie, y probablemente constituyen un espejo que refleja no sólo el espacio privado, sino también el mundo cultural al que pertenece.


P. Maccio, Emblemata, Bologna, 1628 (biblioteca S.N.S.)



G. Boccaccio, Decameron, Firenze, 1573 (biblioteca S.N.S.)



G.B. Palatino, Compendio del gran volume de l’arte del bene et leggiadramente scriuere tutte le sorti di lettere et caratteri, Venezia, 1578 (biblioteca S.N.S.)



J. Toland, The state-anatomy of Great Britain... Londra [1717] (biblioteca S.N.S.)



Galeni Operum quorundam, quae aliquo modo mutilata ad nos peruenere fragmenta. Venetijs, apud Iuntas, 1597 (biblioteca S.N.S.)



Eliseo Masini, Sacro arsenale ouero Prattica dell'officio della Santa Inquisizione. In Genoua, & in Perugia, 1653 (biblioteca S.N.S.)



Thomas More, La Republica nuouamente ritrouata, del gouerno dell’isola Eutopia. In Vinegia 1597 (biblioteca S.N.S.)


Última actualización: 2009-01-29 22:21:26